Estamos acostumbrados a encontrarnos en este espacio historias o textos, llamémosles como queramos, que en un altísimo tanto por ciento, tratan sobre el mar, las aves marinas y mis rincones del alma del noroeste español.
Hoy las palabras y las aves son de secano. Pero no por ello inferiores. Ni las aves ni el paisaje. Diferentes sí. Con motivo de una reunión familiar, me desplacé a un pequeño pueblo de la provincia de Segovia que se llama Villoslada.
Llegamos temprano y con ganas de dar un paseo y ver como se presentaba la mañana. Digo llegamos, porque íbamos mis dos pajarillos (Marina y Martín), Ana y yo. Había visto en el mapa de carreteras que tengo, que a no mucha distancia del pueblo, había otro que se llamaba Laguna Rodrigo y que además, haciendo honor a su nombre, esta localidad tenía una pequeña laguna. Bueno, pensé, vamos a verla y echamos una ojeada a ver si hay algunos bichos.
El paseo fue muy agradable, aunque hacia algo de calor y el sol, poderoso como él solo, deslumbraba un tanto. Pero bonito. Diferente. Hay que saber apreciarlo todo. Es muy importante conseguir esto, sin comparar. Ya con Laguna Rodrígo delante de nuestros ojos (estaba a unos 3 o 4 kilómetros de Villoslada) vimos una estampa graciosa y curiosa. Una fila de perdices rojas cruzaban el camino por el que íbamos, en fila, ordenadamente. Todas estiraditas. Todavía un rato después, oteaba con los prismáticos a la derecha del camino, y seguía viéndolas una detrás de otra...sin salirse de la linea. Durante todo el recorrido, las cogujadas con su preciosa cresta y su bonito vuelo, nos anduvieron entreteniendo.
Por fin, llegamos a Laguna Rodrigo y nos pusimos a buscar la laguna. No aparecía por ningún lado. Apareció un paisano y le pregunté: "Oiga, en un mapa habíamos visto que este pueblo tenía una laguna, ¿ya no existe?". "Si, si. pero en verano se seca, para verla hay que venir en invierno". La verdad es que por un momento yo ya había caído en esto pero..... El paisano se despidió diciéndome "Pues oiga, si quiere usted ver la laguna, cómprese una casa y así podrá verla...". "Ya..."le contesté mientras me marchaba. Supongo que nos vio, jóvenes, guapos fuertes y con críos y dijo...repoblamos Laguna. Finalmente encontramos la laguna....
Ya de vuelta, y después de ver que en la laguna poco podríamos observar, un precioso milano real nos estuvo haciendo una estupenda exhibición por encima de nuestras cabezas. La verdad es que este bicho es una ave alucinante. Preciosa. Le saqué alguna fotillo pero en mi linea, no valen demasiado..
Ya a mediodía y con toda la familia, degustamos productos típicos del lugar. Y como estaban. Nos pusimos ciegos de cochinillo, de buen jamón, lomo, queso...y de postre brazo de gitano. Todo regado con buen tinto de Rueda y de la Ribera del Duero. Para rematar, ocho o veintiocho chupitos de licor de hierbas...
Ya parecía todo finiquitado. Pero nosotros cuatro nos quedábamos a dormir. A eso de las siete de la tarde decidimos darnos una vueltecilla por ahí y acertamos de pleno. Unos preciosos colores por todos los lados. La luz hacía que el espectáculo del atardecer fuese maravilloso. Por un lado el sol metiéndose por el horizonte. Por el otro la luna llena alzándose iluminándolo todo. Y como colofón, una bandada de 9 avutardas se levantó unos metros delante de nosotros, asustadas por una cosechadora. Preciosas, enormes, descomunales.
Nos fuimos a casa ya con la noche encima. Y soñamos con esos campos de secano. Con esos colores. Con la luna y con el sol. Y con las avutardas. Si, ya lo sé. No son págalos pero hay que verlas también. Y hay que quererlas....
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