26 de febrero de 2010

Puedo con todo

No hay quien me domine. De ningún modo. Campeo a placer y voy allá donde quiero. Siempre. Sea día o noche. Más al norte o más al sur.

Nada me supone más placer que pasearme por la playa de Arealonga. Empezar desde la zona de Moledos y llegar hasta Pena Furada. Jugueteando con las conchas que hay por todos lados. Empujando a las olas. Una tras otra, y después otra más. Deshaciendo las ondas de la arena seca, donde en algunas fechas no llega el mar. O secando la mojada hasta que vuelva la pleamar. Subo entre los pinos y vuelvo a bajar.



Cuando me canso cruzo la Ría. Y cuando estoy allí en medio, viendo al fondo el mar abierto, me siento el dueño de todo. Y mire hacia donde mire, nada me impide hacer lo que quiero. Qué quiero irme a Vilela. Para allá que me voy. Qué me apetece echar una ojeada por O Vidreiro, en un santiamén allí estoy. Entonces me freno y los árboles que están sobre las rocas respiran aliviados de tanto vaivén. Me dicen que me calme, que les deje descansar.



Y vuelta a empezar. Bordeo toda la costa de Lugo. La costa de Lugo de la Ría, hasta que veo la Coelleira. Mi querida Coelleira. Entonces juego al corro. Al corro de la patata con las gaviotas y los charranes. Y giran y giran sin parar. Riéndose, gozando. Como yo. "Allí van", "Allí". Otra vuelta, y otra... Y creen que voy a dar otra más cuando de repente....no voy. Me voy a Xilloi. Me siento sobre las rocas de los cormoranes haciéndome un sitio entre ellos. Veo a las gaviotas y a los charranes y ellos me miran. Al contrario que los árboles, me dicen que siga. Qué quieren jugar.

Salgo hacia fuera sobrepasando el Mar de las Pardelas. Con las pardelas no juego. Con ellas bailo. Suelto y agarrado. Nadie baila mejor que ellas. Pero yo marco el ritmo. Siempre yo.

Cubro de nubes la Estaca. Y lo inundo todo de espuma. Espuma blanca sobre el mar. Espuma blanca levántandose hacia el cielo. Continuo con las nubes, las hago entrar en la Ría y las empujo hacia las montañas. Se apelotonan y las empujo todavía más. O las hago chocar. Me gusta el cielo gris. Me gusta el verde del mar. Y también el sol, llenándolo todo con su luz. Y vuelta a empezar.



"¡Mira!" "¡Mira!......¡un págalo!". "¡¡Voy a por él..!! ¡¡Dónde se cree que irá...!!

22 de febrero de 2010

¡Vamos!

"Vamos, vamos, vamos, vamos, ánimo, ánimo....." Habían pasado ya muchos días desde que partieron de la costa siberiana. Llevaban millas y millas sin parar. Y ¿qué seguían?, ¿qué es lo que buscaban?.

No lo tenían muy claro. Habían oído hablar de aquellos humanos. De aquel sitio que se llamaba Galicia. De un punto recóndito en los mapas, en el que en cada momento cambiaba el tiempo. En el que las olas se elevaban más que en ningún sitio. Donde vivían y vivían las nubes y donde siempre reinaba el viento. Por encima de todo y de todos.

Y allí seguían luchando. Avanzando cuanto podían. Sin freno, sin tregua, sin descanso. Aquella pareja de págalos pomarinos sabían de las historias de aquellos tipos que siempre estaban allí atentos ante sus aparatos. Conocían los "cuentos" que corrían entre las aves marinas que relataban su amor por ellas. Por las aves del mar. Incluso alguna que otra vez, posados sobre el rudo mar, intentando dormir habían soñado con él. Y habían protagonizado su sueño. Sueños y realidades que cuando parecían historias que no estaban ocurriendo resultaban ser reales y cuando daba la impresión de iban a tocarse se desvanecían en un instante

.

Los dos págalos decidieron que tenían que ir allí y ver que pasaba. Ver a aquel tipo que adoraba a los de su especie. Que escribía sobre ellos. Qué incluso había escrito alguna cosilla sobre sus vidas. Les comía la curiosidad. Querían verle. A él y a sus amigos. Y quien sabe, lo mismo hablar con él. Les habían contado que aquel humano decía que le sobraban las palabras. Que únicamente deleitándose al ver alguno de ellos, tenía suficiente. Que no necesitaba mucho más. Nada más.

Por fin parecía que llegaban. Cuando vieron la isla sabían que ya estaban allí. Si. Habían visto muchas, pero era aquella. Recordaron las palabras de otros de su especie que habían estado por allí. "Cuando veáis la isla, allí en medio de la entrada de la Ría, os daréis cuenta de que habéis llegado". Y así fue.



Fueron hasta aquella caseta que había unos cientos de metros al este del faro. No había nadie. Volaron por los pueblos cercanos. Por los pueblos de la Ría. Por Bares, por O Barqueiro y por Vicedo. Nada, ni rastro.

Le preguntaron a un cormorán que vieron por allí. Le preguntaron por aquel tipo curioso que todo lo miraba, al que todo le llamaba la atención. Aquel patrullero de las playas de la zona sabía bien de quien hablaban pero no le había visto aquellos días. Les dijo que tuvieran paciencia y que al final acabarían viéndole. No fue así. Pasaron varios días y no lo consiguieron. No pararon de ir de un lado para otro. Pasaron tardes enteras en el observatorio de aves marinas de Estaca de Bares. Nada.

No podían esperar más. Tenían que partir. Algo frustrados y tristes emprendieron el camino hacia el sur. Tanto esfuerzo y tantas ganas, sin recompensa. Así era la vida. Emprendieron el camino y aunque pensaron que volverían, marcharon cabizbajos.

A Alfonso le parecieron págalos y además pomarinos aquellos que marchaban hacia el oeste. Aquella tarde, Alfonso, llegó al observatorio con especiales ganas de ver págalos. Pomarinos además. Si. Hoy vería muchos. Hoy disfrutaría especialmente. Sin duda. Pasaron muchas pardelas cenicientas, también sombrías y pichonetas. Pasaron negrones. Pasaron charranes. Miles de gaviotas y multitud de alcatraces. Y disfrutó mucho. Siempre lo hacía. Pero ningún págalo.

Tantas tardes en Estaca dan para saber que nunca puedes desear qué es lo que quieres ver, porque no lo verás. Y si lo haces, será por pura casualidad. Pero no, no lo verás.

Aquella noche, tuvo un hermoso sueño. Soñó que dos pagalos pomarinos habían hecho miles de kilómetros únicamente por estar con él. Fue un bonito sueño. Increíble pero fue bonito.

Alfonso y los págalos. Los págalos y Alfonso.

18 de febrero de 2010

Duras noches

El día había sido durísimo. La marcha hacia el sur, precipitada, a todo correr obligados por las circunstancias hacía que no hubiera podido haber ninguna tregua. Todo estaba en contra.

Los elementos. La lluvia no paraba de caer, constantemente y cada vez con más fuerza. Las ráfagas racheadas de viento en contra, hacían que fuera casi imposible mantener un rumbo fijo. Todo estaba muy oscuro. Tan oscuro que daba miedo.

Había olas grandísimas. Gigantes como montañas. Y la nieve de esas montañas eran las crestas espumosas y por encima de todo ello, un rugido. Un estruendo.

Ni se acordaba de hacia cuanto tiempo que no había descansado tranquilo. Dormir un par de horas sin empaparse de nuevo. Soñar unos instantes con el cálido sur. Con una buena comida. Con los amigos de la infancia.

No había otra que volver a intentar dormir sobre el agua. Siempre dormían en el mar pero no era lo mismo hacerlo en un sitio pausado que con aquel constante vaivén. Con aquel ruido ensordecedor. Aunque no hubiera peligros, el ambiente transmitía que eso no era cierto y que en realidad había muchos. Y entonces, cerraba los ojos un par de minutos y un respingo le devolvía a la realidad. A las grandes olas, a las olas espumosas, al rugido del viento. Al hambre y al frío.

Cerró los ojos. Lo necesitaba. Y se vio frente a la isla. Persiguiendo a unas gaviotas y consiguiendo algo de comida. Surcando el mar a velocidad endiablada siendo la envidia de muchos. Encontrándose con viejos amigos. Con amigos de su infancia y con familiares de otras generaciones. Pasó sobre las olas junto a peces voladores y sonrió al pasar junto a unos delfines. Creo que hasta fue feliz por un rato.

Ya eran muchas noches seguidas así. Noches de págalos. Noches de aves marinas. Ellos no duermen en camas con edredones. Ni siquiera en nidos entre las rocas. Ellos no tienen almohadas ni despensas. Y a pesar de su sufrimiento, de la durísima vida que tienen, tampoco quieren cambiarla.

Con la cabeza sobre su espalda, sin que se viera o adivinara que esa parte de su cuerpo estaba allí, dejé a aquel amigo. Creo que yo también estaba soñando y creo que me miró antes de emprender su vuelo. Me observó con su mirada seria y el págalo, aquel precioso págalo, se marchó a seguir luchando con el mar, a continuar resistiendo el agua mientras caía en forma de lluvia, a pasar hambre y penurias. Pero al fin y al cabo a vivir. A continuar con su vida de págalo.

14 de febrero de 2010

Tu cara me suena

"Si. Tu cara me suena. Juraría que nos hemos visto en Arealonga, en la lengua de arena frente a O Barqueiro. Un día en bajamar. Seguro que tu no te fijaste en mí pero yo lo hice. No se porqué. Y eras tú. Seguro que sí".

Así. Tal y como os lo cuento, se dirigió a mi una gaviota sombría antes de ayer cuando paseaba por el monte de El Pardo. Era por la tarde y volvía de alimentarse junto con montones y montones de congéneres en los grandes vertederos de la ciudad de Madrid.

Todavía hay gente que se extraña de que estén por aquí. En un primer momento lo que se me ocurrió fue cantarle aquello de "Qué es lo que haces tu aquí, una gaviota en Madrid.." pero fue un impulso. Yo hace mucho tiempo que se que hay unas inmensas colonias de gaviotas en Madrid.

Pero la gente alucina. Me lo preguntan en el trabajo o cuando estoy jugando al tenis. O por ahí paseando. "Alfonso, ¿qué es eso?, ¿qué aves son esas?". "Gaviotas". "¿Gaviotas?" "Si, gaviotas". Por la mañana camino de los vertederos desde los embalses y por la tarde de vuelta. A pasar la noche. Se las ve pasar por el centro de Madrid, por encima de la Gran Vía.

Volviendo a la gaviota de la barra arenosa que hay delante de "Pena Furada" me preguntó si me gustaba vivir en esa gran ciudad. "Es que soy de aquí. Gran parte de mi corazón está en la Arealonga, pero soy de aquí y la quiero". "Pero, le dije, y a ti, ¿te gusta a ti?". "La verdad es que no mucho, me contestó, pero hay montones de comida fácil". "Y ¿estarás mucho más tiempo en Madrid", le pregunté. "No. Aunque haya comida este no es sitio para mí. Prefiero que nos veamos por la playa".



Gaviota sombría (Larus fuscus)

Se marchó sin decir más. Tampoco hacia falta que dijera nada. Hasta me sorprendió que lo hiciera. Yo, acostumbrado a hablar con págalos, alucinaba de que aquella hermosa gaviota se dirigiera a mí. La tiré un beso mientras se iba.

Con los págalos no solo hablo. Sueño con ellos. Dormido y despierto. Y muchas veces doy saltos de alegría cuando les veo. A ellos creo que también les gusta.

10 de febrero de 2010

Partido

Aves y palabras. No se mucho de ninguna de las 2 cosas pero intento aprender en ambos casos todo lo que puedo. Empaparme a tope. E ir sabiendo poco a poco. Avanzar. En esas estaba, en casa, mirando mi nueva guía Collins (no se para que me las compro en inglés, si no tengo ni idea pero...) cuando de repente, recibí una llamada que me sorprendió y que me hizo pensar. Me costó decidirme pero al final después de grandes reflexiones, en solitario, con la almohada, con la familia, acepté.

Fue así:

- Buenas. ¿Alfonso Valderas?.
- Si, soy yo.
- No te sorprendas. Te llamo de parte de las aves rapaces españolas. Me han pedido que me pusiera en contacto con alguien que tuviera que ver con las aves marinas y por casualidad, pululando por Internet, he encontrado tu blog y he visto que la mayoría de las entradas tienen que ver con ellas. Ciertamente, no me ha parecido que supieras mucho pero....
- Ya.....
- En fin, prosiguió. Resulta que las aves rapaces quieren retar a un partido de fútbol a las aves marinas. Son el único tipo de aves a las que les queda por vencer.

La verdad es que no salía de mi asombro. Cosa rara me habían pedido. ¡¡Un partido de fútbol!!. Pensé que quizás por ahí si podría servir de algo. Es más. Tampoco creo que ninguno de los muchos "sabios pajarólogos" que conozco tuvieran ninguna experiencia en lo solicitado, con lo que....acepté...

Ya tengo hecha la selección. Me ha costado pero lo he conseguido. Un 4-3-3. Al ataque. Sin miedo



Esquema que utilizarán las marinas. El famoso 4-3-3

Para la portería he buscado alguien con gran envergadura. Solo se permitía un extranjero por equipo y me decidí por ocupar la plaza de guardameta con el Albatros viajero. Las rapaces tendrán tipos larguiruchos y estirados pero el nuestro también lo es.

La defensa. Para la defensa y en el caso de los centrales he pensado en dos tipos corpulentos y que al menos uno de ellos intimide. Y que tengan velocidad. Central central, el Colimbo grande y a su lado, un poco más libre, el Alcatráz. Completamos la zaga con dos personajes rápidos y al mismo tiempo duros para los laterales. La pardela sombría y el Negrón común.

El centro del campo para los láridos. Al menos dos de los puestos. Tipos fuertes, correosos, espabilados, astutos, luchadores sin descanso. Gavión atlántico y Gaviota sombría los elegidos. A su lado, alguien habilidoso, rápido y que a su vez llame la atención por su aspecto. La estrella, el Zidane, el Xabi (Hernández).... será el Cormorán moñudo.

Para la delantera tipos agresivos, que muerdan. Un tridente demoledor. Que hagan que las defensas rivales sientan haber venido, que consigan que echen "el bofe", "la pota", "la pava"..... Sin duda...tres puntas. Los págalos. Por la derecha el parásito. Por la izquierda el pomarino. Y en el centro, el ariete, el demoledor Skua, el págalo grande. ¡¡No tendremos rival!!

Tenemos buen banquillo y como poco, cuando juguemos en casa tendremos mucho a favor con el factor campo. Creo que nos adaptaremos mejor a cualquier tipo de terrenos de juego y sin embargo, allí sobre el mar, en el campo imaginario que ya están dibujando las crestas de las olas en el mar de las pardelas, seremos imbatibles.

Ya se están fletando embarcaciones para ir a la Coelleira. Allí estarán nuestras gradas. Desde allí animaremos. Y disfrutaremos.



Eso pienso yo. Y también lo piensan los págalos. Que ya están ansiosos esperando que empiece el partido.

6 de febrero de 2010

Números de la Ría



A principios de enero (ya hace, ya...pero...) durante los días que pasé en Vicedo, bajé casi todos los días al puerto como habréis visto por las entradas anteriores del blog. Casi siempre bajaba a media mañana, acompañado de mis hijos. Martín..con una pelotita o algo que tirar de un sitio a otro y Marina, haciendo sus primeros pinitos con los prismáticos. Buscando aquello que decía ver. Investigando. Bien. Aunque "pajareros" no me salgan, y es que además los componentes de ese grupo somos pelín raros, si está bien que sepan que hay por ahí y sobre todo que lo respeten y aprecien.

Bueno. Pues como decía, resultante de esas bajadas mañaneras, joder que frío que hacía allí en medio, apunte los números que os indico a continuación.

3 de enero de 2010

2 alcas, 3 negrones (en todos los casos hembras), 3 zarapitos trinadores (esos preciosos bichos llamados en galego, Mazaricos). 2 gaviones atlánticos, más de 10 cormoranes grandes (los reyes de la Ría) y 1 charrán patinegro. Recuerdo que sobre este, anduve hablando con Cariñés, preguntándole si era normal verlos por allí en estas épocas. Yo no recordaba haberlo hecho nunca y ... Parece ser que sí, que algunos hibernan en la Ría vicedana. No me extraña, que en Vicedo se está muy bien.

4 de enero de 2010

Este día también apunté lo que había en la playa. Y había, unas 150 gaviotas patiamarillas, 12 gaviotas reidoras, 1 charrán patinegro (el charrán patinegro), 4 negrones (hembras como el día anterior), 2 zampullines cuellinegros (yo diría que cada año hay menos), 1 garceta común, cormoranes grandes y 2 andarrios chicos.


5 de enero de 2010

Este día apuntaba Marina en la libreta. Mola ver su letra reflejando lo que yo veía y que muchas veces le enseñaba. Y esto fue: 2 zampullines cuellinegros, 6 negrones comunes (para variar....), 13 cormoranes grandes y abundantes gaviotas patiamarillas, sombrías y reidoras.



Estos números pueden no parecer mucha cosa o incluso menos. Pero no es así para Marina y para mí (Martín sigue botando la pelotita...). Es alucinante los gritillos de alegría y expresión alborozada que pueden generar, ver cualquiera de estas aves bien vistas, con los prismáticos o aún mejor con el telescopio. Nadie permanece impasible. Eso está muy bien.

Y si. Ya se que no habéis visto ningún págalo entre los números. Aunque no los estoy viendo, porque generalmente tan dentro no entran, mientras cuento y apunto a los otros, sueño con ellos. Me da para todo. ¡¡¡Qué felicidad!!!

1 de febrero de 2010

Desde el muelle de O Vicedo

Desde el muelle de O Vicedo todo lo que se ve y se siente es bonito. Todo. Desde la punta del muelle, desde el espigón, es mucho lo que se ve. Antes no se veía tanto porque donde está ahora ese espigón, donde está ese punto era mar. Estaba el agua. Era dominio de los peces, de los pulpos, de los crustáceos. Era casi el medio de la Ría.

Desde la punta del muelle se ve la Coruña. La provincia, claro. Desde la punta del muelle se ve el bravo Atlántico. También las montañas del interior de Lugo. La luna reflejada y el brillo del sol.

Allí, pegado a uno de los pequeños faros automáticos de la bocana del puerto, cuando llega el invierno, el frío te penetra hasta bien dentro de tí. Las ráfagas de viento cortan la cara y las manos. Y las convierten en algo insensible. O demasiado sensible.



Desde la punta del muelle, me veo cuando era un niño. Cuando jugábamos a tirarnos al agua en la zona de las escaleras. ¡¡Cuánto gozábamos en el viejo puerto!!. ¡¡Cuanto tiempo disfrutando allí!!. Era más bonito, más autentico, aunque probablemente menos práctico, menos funcional. Pero....

Sentado junto a las viejas redes cansadas de atrapar peces o aburridas de no hacerlo desde hace tiempo, miro el mar. No me canso de hacerlo. Huele a mar, a salitre, a algas podridas y restos de animales abandonados y en descomposición. A vida después de todo.

Y se ven aves. Aves que no necesitan palabras para decirme lo que sienten. Ni para expresar nada mientras miran a La Coruña, al poderoso Atlántico,los montes del interior de Lugo, la luna reflejada o el brillo del sol. Sus emociones. Yo tampoco necesito las palabras con ellas. Bastan las miradas.



Seguro que en la punta del muelle de O Vicedo alguna vez ha habido un págalo. Yo no lo he visto pero seguro que si. Por si acaso, yo siempre que bajo y lo hago bastante para ver las aves de la Ría, para ver las laderas verdes de la Coruña, el mar y las montañas, la luna y el sol, llevo los ojos bien abiertos y la ilusión lista.