Nunca podré olvidar la primera vez que salí en un barco expresamente a ver aves marinas. Fue el 21 de agosto de 2004. Para variar, Toño me contó que iba a salir un barco desde el puerto de Vicedo, que se llamaba "Garoa". Las plazas estaban completas, pero nos animó a que nos acercasemos por allí a la hora de la partida, tanto a mí como a Rubén Moreno-Opo (hola Rubén, hace mucho que no nos vemos, pero ahí queda el saludo y el abrazo). Nos montamos a pesar del lleno y allá que nos fuimos en aquel peligro andante que era éste barco de fondo plano saliendo 20 millas mar adentro en Estaca de Bares.
Pero nunca podré olvidar aquel viaje porque fue encontrarme de cerca, a simple vista y sin necesitar óptica (aunque llevábamos prismáticos) con las aves marinas. Y fue una pasada verlas ahí, a escasos metros de nosotros. Pasando de un lado a otro por encima de nuestras cabezas. Vimos especies nuevas (en mi caso aquella mañana "bimbé" gaviota de sabine y fulmar boreal....casi nada...) Una maravilla. Recuerdo la sensación al volver a casa de sentir como un gran vacío. Pensar que ya nada sería lo mismo. Que ya de nada servía volver a la Estaca e intentar disfrutar con ellas desde allí. Gran error. Hace tiempo que ya me he dado cuenta. Nada tiene que ver. Son cosas totalmente diferentes. Aún así, no podré olvidarlo. ¡¡¡Vaya subidón!!!
Uno o dos años después repetí la experiencia con el "Garoa", esta vez ya saliendo desde Viveiro y de nuevo fue una experiencia muy gratificante. Ver las pardelas capirotadas, las cenicientas, baleares, pichonetas, a tu lado. Paíños, gaviotas diferentes. Todos los págalos. ¡¡Ay madre!! ¡¡los págalos!!. Cuando vi los págalos tan cerca de mí, creo que ese amor que les tengo se convirtió en algo para siempre.
Años más tarde, gracias al Concello de Cariño y a gente como José Miguel Alonso Pumar, víó la luz el "Aula do mar", un pesquero reconvertido para uso y disfrute de mucha gente. Para enseñar las costas de Cariño, el cabo Ortegal y los preciosos acantilados camino de San Andrés de Teixido ("vai de morto quen non foi de vivo")a multitud de turistas o curiosos. Enseñarles estas costas, este rudo mar y sus artes. También sus artes. Pero además de eso, sirvió para que ese grupo de locos pajareros (cada vez más amplio) pudiera continuar con sus andanzas y seguir gozando con la emoción de intentar adivinar qué podrás encontrar. Si podrás ver ésto o aquello. Y venimos de todas partes. Montones de gente que se hace cientos de kilométros desde todos los puntos de la geografía española e incluso miles cuando hablamos de holándeses, británicos, franceses.... Y vienen, ya lo creo que vienen. Y cada vez lo harán más. Gracias Cariño y gracias José Miguel.
También están los mareos, sí. La gente "potando" (incluso varios a la vez) y manteniendo esa lucha interna por no caer. Hasta ahora he sido afortunado, pero cruzo los dedos. Tan mal como he visto a la gente ahí, la he visto en pocos sitios. Todo por ver las marinas. Lo que sea.
Antes decía que al volver de la primera salida y después de haber visto a los bichos desde tan cerca, ya parecía que las tardes en Estaca viendo las aves tan lejos ya no servirían de nada. Aprendí que no es así. Qué es totalmente diferente. Qué no tiene nada que ver y que todo vale y nada puede superar a nada. Nada a nada. Todo a todo.
Es difícil para mí explicar lo que he sentido en esas salidas. Pero al mismo tiempo, es decir que por eso las quiero tanto. Que por eso respeto así al mar (y siempre lo he hecho, que conste). Es difícil.
Nunca olvidaré aquel pomarino pasando por encima de nosotros. Con aquel cucharón. Amor a primera vista. Amor para siempre. Amor.....de págalo.
1 de diciembre de 2009
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