5 de noviembre de 2009

Sorpresa

Sorpresa y grande fue encontrarme este fin de semana yéndome para mi querido Vicedo. Darme cuenta de que llegaba el viernes, que tenía que meterme un par de pantalones, unas camisetas, gallumbos y calcetines, pillar el telescopio y los prismáticos e irme para la estación con Ana y con los niños.
La mañana siguiente, llegar al pueblo. Ver el mar, comer pulpo, pasear viendo todo verde. Muy verde. Jugar con los niños. Que se echa de menos. Te tiras meses pidiéndoles los deberes, exigiéndoles que estudien y no juegas con ellos. Esta vez venían con nosotros María y Mercedes, una parejita entrañable. Madre e hija. Hija y madre.

Sorpresa fue llegar al observatorio de Estaca, ver esas olas gigantes y ese furor en el mar. Un espectáculo inigualable. Todo lleno de espuma. Las nubes volando sobre mi cabeza. Chubascos pasajeros descargando con fierez en breves instantes. Ni siquiera me había dado tiempo a pensar que podría disfrutar de estas cosas. Y las aves, miles de aves pasando frente a mí. Cerquita, como saludando. Como queriéndome decir algo. Y yo las gritaba, reía y lloraba. Lloraba de alegría.

Sorpresa fue que no estuviera el Cariñés habiendo noroeste. Y no era por trabajo, no. Fue porque estaba de vacaciones. Si señor, Ricardo, si señor. Una semanita a Canarias a cambiar levemente (tampoco mucho, no, que Hevia no puede vivir sin su Cariño) de aire y rápido de vuelta. La primera tarde estuve solo sin él y le eché de menos. Por su compañía, que siempre tenemos cosas que contarnos, por su ayuda ya que no conseguía contarlo todo y por su sabiduría. Poco se le escapa al Cariñés. Muy poco. Y yo ahí sigo, aprendiendo. Y cada día con más ilusión.

No tanta sorpresa fue que el tiempo se pasara volando y con ello, llegara el momento de volver. Después de todo, estuvimos 4 días y 3 noches. Un respiro. Un importante respiro. Pocos saben cuan importante.
Ya en Ferrol, tuvimos la última sorpresa. Paseando de un lado para otro y en espera de que llegara la hora de la partida del tren, de repente mientras andábamos por la calle recordé al ver una tienda de ropa, que Pablo tenía una en algún lado. Y fue girarme, mirar por una rendija y verle. Grandiosa y agradable sorpresa. Y pedazo de tienda que tiene. Tela marinera. Bonita, bonita. Y desde luego si quieres ir guapo, a la moda y molar, tienes que pasarte por allí. En el número 123 de la Rua Real de Ferrol.

2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, ya estoy notando esta fabulosa publicidad gratuita¡¡, tengo la tienda llena.

    Para mi también fué una estupenda sorpresa veros, un abrazo Alfonso¡

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  2. Joder, no había visto tu comentario. Espero que hayas vendido mucho y que lo hagas todavía más. Yo no me vuelvo a comprar un vaquero en ningún otro lado que no sea en esa calle Real...

    Un abrazo

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