Parecía que molestaba. Aunque llevaba decadas en ese mismo sitio ofreciendo su sombra y alegrando la visión con su verde llegamos a pensar en quitarlo. Yo lo planté hace muchos años ya. Cuando era un chavalín.
No recibir algo más de luz en nuestras ventanas parecía una excusa suficiente para acabar con él. Estar allí en medio, en realidad donde yo lo había plantado sin que nadie nos obligara a hacerlo ahí, servía como razón para terminar con nuestra unión.
Sentado en la escalera de casa, fumando un cigarro, los oí por primera vez. Con su repetitivo pero agudo reclamo, alguien exigía la atención de otros. Cada vez que notabas que se acercaba un pajarillo al ciprés, el "piar" se hacía más repetitivo, como más exagerado. Ciertamente había oído ya varias veces aquella llamada pero no la había interpretado.
Al ver llegar de nuevo a mi ciprés, esta vez a la pareja completa y de nuevo sentir aquellos ruegos hilé y me di cuenta de lo que ocurría. Allí dentro en el interior de mi querido pero casi sacrificado compañero había vida. Mucha vida.
Sentir aquello me hizo tener claro el destino de mi ciprés. Seguiría ligado al nuestro. Allí en Vicedo, casi en el centro del jardín. Quitándonos algo de luz pero a la vez dándonos sombra. Ofreciéndonos su verde y su mirada a las nubes. Y dando cobijo a una nueva nidada de jilgueros.
El feliz padre, en un pino cercano a mi ciprés. El año que viene podrá volver a su viejo nido..y yo espero oirle. Escuchar un año más su canto.
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