Seguro. Y no me preguntéis por qué. Ni siquiera yo lo se. Pero estoy seguro.
Si hubo otra vida, fui págalo. Un págalo grande, un parásito, un pomarino o un rabero. Pero fui págalo. Probablemente un págalo asturiano. O quizás un págalo de Lugo. Mariñés. Un págalo nacido en la Coelleira y que veraneaba en San Martín.
A veces me miro al espejo y me veo cara de págalo. Y no suele coincidir con los días que estoy de mala leche. Yo sonrío más que ellos. Lo único es que a pesar de que mi piel aún siendo normal como cualquier otra, me mola, no me gusta tanto como el plumaje de un pomarino. Ya hace tiempo que busco un collar amarillo. Uno como los que llevan ellos. Pero algún día lo llevé. Eso seguro.
Y me gustaría volar como ellos. Poder desplazarme con la única ayuda de mis fuerzas, miles de kilómetros sin parar. Buscarme un grupo de amigos con los que volar, con los que jugar sobre las olas. A los que enseñarles cada rincón de la Coelleira. Del Estaquín. De la Cova Alta.
Yo en otra vida fui págalo. Yo en esta vida soy págalo. Esta vida se está llevando a los págalos. Yo seré págalo toda la vida.
Y viviré en la Coelleira y veranearé en San Martín.
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