Nunca estábamos en Vicedo fuera de época veraniega. En esa estación, íbamos un par de meses, las añoradas vacaciones escolares, pero nunca en otros meses del año. Y oíamos hablar de aquello que pasaba todas las primaveras. Entre los chavales del pueblo se hablaba. Nosotros éramos unos más. En aquellos tiempos, había muy pocos niños allí. Hasta el punto que las pandillas las formaban muchachos de varias edades. Grandes y pequeños. Grandes con pequeños.
Los niños de Vicedo, pasaban todo el invierno escudriñando por aquí y por allí. Vigilaban cualquier árbol del pueblo y sus alrededores, atentos a la aparición de nidos. Y cuando así era, cada semana al menos un par de veces, se acercaban a ver los progresos que había en el mismo. Nidos en los frutales de pequeñas aves insectivoras o granívoras, nidos en las rocas de la costa, de gaviotas y vete tu a saber qué mas. Nidos de cuervos, nidos de palomas, de mirlos, de todo lo que se encontrara.
Siempre quedaban anotadas en la mente aquellas localizaciones. Y se tenía el máximo cuidado posible para que ningún otro chaval de una pandilla "rival" encontrara cualquiera de los nidos vigilados. Serían robados.
De vez en cuando, en nuestra casa de Madrid, recordaba aquellas busquedas que nos contaban. Y las recordaba, en aquellos tiempos, con envidia. Pasaron algunos años y empezamos a ir fuera de época. Nuestros padres habían construido la casa familiar y ya no dependíamos de un alquiler. Al contrario. Había que amortizar aquella casa. Lo cierto es que allí estábamos y teníamos la ocasión de participar en la recogida de huevos para las tortilladas. Porque ese era el fin de aquel control de los nidos de las aves. Pobrecillas. Se juntaban los huevos de aves pequeñas, grandes, fueran de la clase que fueran y se hacían tortillas de patatas. Menos mal para mi conciencia, que nunca conseguí junto con los amiguetes que iba, expoliar ningún nido.
Ahora muchos años después recuerdo aquellas acciones con pesar. "Juegos" de chaval, que al contrario que otros muchos que da pena que hayan desaparecido espero que ya no existan. Confío en que los niños de Vicedo hagan otras cosas. Casi estoy seguro de ello. Creo que junto a otras muchas cosas, los infantes de hoy en día ya no vagan por el monte, por los campos y por las playas como lo hacíamos nosotros. Sus diversiones son otras. Y la verdad es que lo celebro profundamente por las aves. Cuantas nidadas echadas a perder por algo tan vil. De niño, pero vil.
Y si se hace, lo que no espero, hay que luchar contra ello. Hay que explicar el mal que se hace, que se ha hecho y que no debería volver a hacerse más.
Las tortillas de patata, en casa. Las de mamá, con los huevos de siempre. Riquísimas.........
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