8 de febrero de 2009

Quiero ver un págalo



Siempre quise ver un págalo. Cada día, cuando iba al observatorio de Estaca de Bares, casi siempre con Felipe, lo pensábamos. ¿Veremos un págalo?. Que difícil se estaba poniendo el asunto. Imposible diría yo.

Y ni siquiera sabía que los págalos se convertirían en mi "amor pajaril".

Mira que habíamos ido veces. Que habíamos estado horas. Allí. Con los telescopios desplegados. Empezamos a hacerlo ya con Evelio. Pero yo no vi ninguno. Bueno, en realidad no lo se. ¿Qúe cómo es posible?. Fueron muchas las veces en las que nos fuimos pensando en aquel bicho que había pasado echando leches. Aquel oscuro. Incluso aquellos dos que pasaron a lo lejos, con un vuelo diferente. Pero....sin certificar nunca. Sin atrevernos.

¿Evelio los vio?. No se si allí, aunque seguramente si. De lo que yo recuerdo con él en Estaca no. En aquellos momentos cuando él iba más, yo todavía no tenía la fiebre "marinil" en mis adentros.

Aquel día con Felipe. El se quedó arriba en el coche. Yo bajé a echar una ojeada al observatorio. A ver que pasaba. Y allí estaba él. Frente a su telescopio, con el pequeño cuadernito y el boli en el bolsillo y el reloj puesto sobre la piedra. Me presenté y el hizo lo mismo. En mi linea le acribillé a preguntas sobre esto y aquello. Sobre todo. Y eso que nos conocíamos hacía unos instantes. Me lo contestó todo. Seguía contando y apuntando pero me lo contestó todo. Entre lo que hablamos, por supuesto había algo de los págalos. Que si se veían, qué si esto, que si lo otro.


¿Qué si se veían?. Levantó la vista y cantó 2 págalos parásitos. Los vi. A los cinco minutos un skua, mi primer skua. Que si un pomarino, que si otro parásito. Con toda la naturalidad del mundo. Nunca olvidaré aquella tarde. Estaba viendo págalos. Había visto 3 tipos de págalos diferentes en muy poco tiempo. Estaba emocionado. Y me moría de ganas por subir hasta donde estaba Felipe y decírselo. Días después, también a él se los enseñó.

Ana y Toño volviendo en la "Corviña" de la Isla Coelleira



Todavía hoy, no consigo explicarme como no los veíamos. Con lo claro que los vi. Con lo frecuentemente que los veo ahora. Nunca olvidaré ese día. Ese día gané para siempre a los págalos y gané un amigo. Un maestro. Gracias Toño. Gracias por estar conmigo esos ratos, gracias por tener tanta paciencia. Por responderme a tantas preguntas, incluso siendo repetidas. Por seguir enseñándome los bichos que se ven y por confiar en mí.

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