Media mañana del pasado viernes. Como cualquier otro viernes (también los lunes, martes, miércoles y jueves) estaba trabajando en Garrigues, en la oficina de Madrid. Recibí un mensaje en mi correo electrónico curioso.
"Alfonso, soy Constantin. Estamos viendo un pajarillo revoloteando dentro del atrio que no puede salir. ¿Se te ocurre algo para hacer?. Da mucha pena".
Como os podréis imaginar, me desplacé desde mi despacho para ver lo que estaba pasando. Esa zona, el atrio de Garrigues, es un gran espacio interior cerrado y totalmente acristalado, que da a zonas de trabajo y también a la calle. No es la primera vez que habíamos visto algún pájaro allí dentro, pero la verdad es que es difícil colarse...hasta para las aves.
Subí a la sexta planta que es de donde me habían llamado. Al asomarme desde uno de los despachos, observé un ejemplar de Lavandera blanca, apoyada en la barandilla por donde va la linea de vida para limpiar los cristales. Pero esos cristales no son ventanas, no se abren. Únicamente hay unas zonas que se pueden abatir, en realidad lo hacen automáticamente, cuando hace mucho calor y dos puertas en la planta 7ª, ya la última,que sirven para acceder a un par de zonas exteriores para labores de mantenimiento. Subí a esa planta y abrí las dos puertas. Una pequeña a un lado y otra algo mayor, pero cerca de la zona de paso de la gente. Y a esperar. A esperar que aquel pajarillo atinara.
Vaya mal rato. La lavandera se levantaba y en la misma planta 6ª en la que estaba afincaba se dirigía hacia los cristales sin poder salir. Se desplazaba unos metros hacia un lado o hacia el otro y más de lo mismo. Sin resultado. Volvía a posarse. Mi ilusión y pensamiento era que notara el fresquito (hacía frío en Madrid) ese día y le diera por subirse una planta. Pero nada. Otra vez a volar y otra vez a encontrarse con los cristales.
Por fin, después de un rato, se separó de los cristales y la vimos ascender. ¡¡Alegrón!!. Cogimos uno de los ascensores internos y subimos a la planta de arriba. Al salir del ascensor, en un principio no veía al pajarillo con lo que pensé, "¡¡Justo!! Ha notado el aire ha subido y salió". Pero no. Mi gozo en un pozo. Allí estaba, si, en la planta séptima apoyada en una barandilla que precisamente unía la zona de paso entre ambas puertas abiertas. Avancé unos metros y dí unas palmadas para ver si aquel pajarillo, al levantar el vuelo se animaba y encontraba el camino. Nada. Después de un rato allí parado, volvió a bajar a los cristales de la sexta y vuelta a luchar con ellos. Vuelta a apoyarse en la pasarela de la linea de vida y vuelta a no salir de allí. Yo ya estaba sufriendo lo mío. Ya llevaba como una hora, con la historia. Subiendo y bajando. Sufriendo y sufriendo.
Y volvió a subir a la séptima planta. Y volvió a apoyarse en la barandilla. Y levantó el vuelo y se apoyó en la puerta abierta. Si. A un escaso metro de la libertad que estaba buscando. De la libertad que yo quería devolverle y que ya me tenía en un estado de nervios importante. Y no fue capaz de irse. Yo no daba crédito. Lo tenía tan cerca. Tan fácil. Pero volvió a descender a la sexta planta ya con una importante desesperación por mi parte....
Volvió a subir a la planta alta y esta vez se puso a investigar en los cristales del techo, también cerrados. Lo intentaba por un sitio. Por otro. Bajaba al sexto y volvía a subir. Yo ya estaba francamente nervioso y agobiado. Viendo que aquel pobre bicho con oportunidad para recobrar su libertad parecía no hallar el camino.
Estando en la sexta planta volvió a subir y mi impresión es que no optó por un buen sitio. Donde había ido parecía mal sitio. Estuve un rato esperando y no volví a ver al pajarillo. Lo mismo mientras yo subía, el encontró el camino. Por si acaso dejé las puertas abiertas y así quedaron cuando marché para casa como a mediodía. Para no volver hasta el siguiente lunes. Supongo que cuando llegue mañana, alquien me dirá algo. Y espero que sea, que ninguno volvió a verlo ya. Que cerraron las puertas por la noche y que no había ni rastro de la lavandera.
Espero haberle ayudado a reencontrar la libertad. La verdad es que sufrí un montón esa hora. Probablemente solo hubiera sufrido más si el que hubiera estado allí dentro hubiera sido un págalo, pero esos no vienen por Madrid. Al menos yo no los he visto. Pero eso sí, si hubiera sido un págalo, no me habría ido de allí.
7 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario