24 de enero de 2010

Garrapinos

Bajé a fumarme un cigarrito en unos de los descansos que uno se busca en el trabajo para dar rienda suelta a este funesto vicio (lo voy a dejar, lo voy a dejar, mira que me gusta, pero lo voy a dejar...) y me llamó la atención aquel pequeño pajarillo. Siempre que bajo al pequeño jardín que hay en Garrigues, estoy atento. A los pajaritos que se mueven entre los árboles, a las grullas cruzando el cielo de Madrid, a las gaviotas en su viaje a los vertederos a alimentarse o de vuelta a los embalses para pasar la noche.

Ya desde lejos me pareció que era pequeñito para lo que suelo ver por allí (lavanderas blancas, petirrojos, algún carbonero común, collirrojo tizón...). Me acerqué muy despacito ante las miradas estupefactas de los otros "Garrigueros" que allí estaban también dándole al vicio y en unos pequeños arbustos, andaba de aquí para allá. En un principio me pareció que era un carbonero aunque por el tamaño y todavía con distancia dudé con Herrerillo. Seguí acercándome poco a poco hasta que ya solo estaba a unos metros. Se dejó ver a placer y en primer lugar noté el plumaje más "decolorído", con colores más pálidos que los del común. A continuación le vi la mancha blanca en el cogote y salí de dudas. Allí delante tenía un precioso carbonero garrapinos (joder, mira que son bonitos los nombres de los pájaros. Ya un día escribí sobre ello, pero molan mogollón).

Nos miramos y aproveché para preguntarle que hacía él por aquí. Me parecía raro. Me dijo que se había enterado de que eso era un despacho de abogados y que venía buscando defensa para los bosques de la sierra madrileña. Que la estaban destrozando. Que seguían construyendo urbanizaciones, carreteras... Que cada vez había más remontes para practicar el esquí y menos árboles para ellos

.

Le dije que sí. Que aquello era un despacho de abogados pero que allí no iba a encontrar mucha defensa. En todo caso la que yo le pudiera ofrecer. Y eso, más que ayuda era comprensión y total alineamiento con sus protestas. Poca cosa. Me miró como con pena. Esperaba más. Pobrecito.

En el último momento le grité que me gustaría volver a verle. Paró un instante en la rama de un limonero que hay allí y se marchó sin contestarme. Yo le entiendo.

Menos mal que los págalos no necesitan árboles. Aunque aquellas otras cosas que necesitan también nos las estamos cargando. Pobres págalos también.

(Fotografía de carbonero garrapinos de www.afblum.be)

2 comentarios:

  1. Hola, Foncho. Soy el primo de Salva; nos vimos este verano.
    Te he dejado algunos comentarios en posts antiguos (te lo digo por si no tienes avisos), en junio y noviembre del año pasado.

    Un placer, haber llegado aquí, con Vicedo por todas partes.
    Un saludo.

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  2. Buenas,

    Me alegro de que andes por aquí. Y de que nos veamos por Vicedo.

    Un abrazo

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