No siempre uno fue bueno con los pájaros y los quiso tanto como ahora. En otros tiempos, cuando en muchos casos no importaba nada, cuando la niñez podía con todo (y eso no quiere decir que siempre ese poder con todo fuera malo, pero....) uno tiene lagunas y malas actuaciones con las aves. Y se reconoce. No exactamente con vergüenza pero sin con cierto arrepentimiento.
Recuerdo una vez que no se de donde sacamos unos pichones. Fue una aventura con Javi "el cacho" tristemente desaparecido ya hace muchos años. No sé de donde los sacó pero si que no los podía tener en casa. Le ofrecí subirlos a un desván que había en Casa Vilasuso en Vicedo, que era donde vivíamos y allí los dejamos. Éramos niños (muy niños) y aunque nos propusimos alimentarlos, nuestra cabeza iba de un lado a otro con una rapidez tremebunda. Y les olvidamos. Cuando nos acordamos de ellos y fuimos a verlos, los pobrecillos estaban muertos. Lo recuerdo con pena aunque en aquellos momentos solo me impresionó el olor que había.
También aquellas historias que ya relaté en el blog respecto a las tortilladas que se hacían en Vicedo después de recoger todo tipo de huevos de los nidos que regularmente se vigilaban. No había ninguna conciencia del daño que hacíamos y allí era como una costumbre muy arraigada. También recuerdo oír hablar de los "panterlos" que eran una especie de liga con la que se atrapaban pajarillos.
Hubo una época en la que a mi hermano Felipe le dio por la caza con la escopeta de balines. Y se le daba muy bien al mamón. Ahora no recuerdo que tipo de pájaros abatía y me consta que pajarillos había. Yo como muchos hermanos pequeños, intentaba seguir "ese ejemplo" y me lanzaba, bien con él (al principio) bien en solitario por los campos de Vicedo con las peores intenciones. Gracias a lo que sea, también era peor que peor mi puntería. Pocas veces salí a aquellas cacerías pero creo que puedo presumir de haber ido a cazar y no haber matado nada. ¡¡¡Por fin una alegría!!!
Aquí se acaban mis fechorías con nuestras queridas aladas. No sirve escudarse en que uno era muy niño, muy joven. Pero bueno, aprendí y aquellas "malas" actuaciones se tornaron amor por las aves.
Sé, porque me lo han dicho, que los págalos me han perdonado. Yo a ellos, les perdonaría todo.
28 de enero de 2010
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