Tenía mucha hambre aquel alcatraz. Hacía tiempo que no veía a ninguno de los de su especie. De aquellos con los que había empezado un largo viaje. Desde el norte de Escocia hasta el norte de Lugo. Estaba posado sobre el agua y no sabía que hacer.
Era su primer viaje y cuanto le estaba costando. Cuanto sufrimiento. Cuanta hambre.
Entonces los vio. Eran muchos y surcaban el mar con una velocidad endiablada. Saltaban por aquí y por allí. Miraba intentando verlos en la zona donde se habían introducido en el agua después de su último salto y aparecían muchos metros más allá. Y cuando los buscaba allí, otros saltaban en el lugar anterior. Eran preciosos y poderosos. De repente se dio cuenta de que habían dado la vuelta y que de nuevo se dirigían hacia la zona en la que estaba él.
Al fijarse en el agua, comenzó a ver pasar peces a toda velocidad. Intento sumergirse y capturar uno pero fracasó. Estaba demasiado débil y eso hacía que fuera demasiado lento. Los pececillos corrían como perseguidos por el demonio y para ellos ese era quien debía estar tras ellos. Un demonio con forma de delfín. De muchos delfines. El alcatraz siguió observándolos sin hacer nada.
Notó un pequeño chapoteo a sus espaldas y al girarse se encontró con un delfín enorme que le miraba.
- ¿Qué te pasa?, le preguntó el delfín.
- Qué tengo hambre, contesto el ave y prosiguió, - pero estoy tan cansado que no consigo nada.
- Inténtalo de nuevo, le animo el mamífero... Sígueme.
Consiguió a duras penas levantar el vuelo y se situó a la estela del delfín. Unos instantes más tarde y provocados por el miedo que les producía el mamífero marino, montones de peces volaban más que corrían y muchas veces en el sentido más estricto de la palabra, saliendo incluso de cuerpo entero del agua. Y uno de ellos fue capturado por el alcatraz. Después de atraparlo, se tiró al agua y lo devoró en un instante. Y después otro, y otro y otro más.
Quería darle las gracias a aquel que le había ayudado. Pero ya no veía ningún delfín.
Aprendió aquel día que siempre que viera grupos de delfines avanzando, saltando, girando y volviendo por donde se habían ido, quería decir que andaban de pesca y que con ellos había comida. Lo mismo que ya sabían los delfines. Si. Que donde había alcatraces zambulléndose constantemente. Lanzándose como cohetes, allí había alimento.
En Estaca, en el norte de Coruña y en la costa de enfrente, la queridísima costa de Lugo, hay muchas veces grupos de delfines y de alcatraces alimentándose juntos. Unas veces son los alcatraces los que ven a los delfines y otras al revés, los delfines a los alcatraces, pero da igual, esa asociación les viene muy bien a todos.
Y a los págalos. Si. A los págalos también. Que son muy observadores y cuando ven que los demás comen, quiere decir que seguramente también hay algo para ellos. Sea en la costa de Lugo o en la costa de Coruña.
(*) Los delfines son de img.thesun.co.uk y el alcatraz de Jesús Menéndez.
23 de abril de 2010
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