20 de abril de 2009

El Mar de las Pardelas

El Mar de las Pardelas no sale en ningún atlas. El Mar de las Pardelas no es un mar como el Cantábrico o como el Mediterráneo. Pero está ahí. Y no tiene fin.


--Ahí donde apunta el telescopio, ahí está el Mar de las Pardelas--

Cuando pasas la Coelleira y cuando miras hacia el horizonte, aunque no lo sepas, estás en ese mar. No es un mar como los demás, aunque tenga ese color verde de las aguas atlánticas por estos lares. Tiene olas que vienen y van, que saltan y que desaparecen. Está lleno de aves marinas, abarrotado de peces y de vez en cuando algún que otro barco transita por él.
El Mar de las Pardelas es un sitio especial. Es un mar sin fronteras. Es un mar que no empieza aquí y termina allí. Simplemente se siente y se sabe que estás en él.

El Mar de las Pardelas es un lugar tranquilo y pausado. Y tiene un sonido especial. Sonido de alas de pardela mientras planea, sonido a viento del nordeste, sonido a cresta espumosa de ola. Pero también es duro y salvaje y tan pronto te deleitas con esa calma como te asustas con su crudeza.



Y sobre este mar dominan las pardelas cenicientas. Ellas son las reinas del lugar. Lo surcan de este a oeste, de sur a norte, viven en él. Y nacen y mueren en él. Con su vuelo pausado. Con su eterno planeo. Imperturbables. Tranquilas. Hay muchos meses en los que su migración anual les lleva a partir hacia otros territorios pero sobre esas aguas algo recuerda que están allí. Que aquel territorio es suyo. Siempre regresan.



Así es el Mar de las Pardelas, así es el mar al que él le puso nombre. Y allí están él y las pardelas.

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