10 de marzo de 2009

La playa de los Andarríos

Siempre nos gusto vivir en aquella playa. La playa de Fomento en O Vicedo no es lo que diríamos una playa bonita. No siempre fue así. Ahora estaba descuidada, sucia e invadida por todo tipo de fluidos resultantes de la "vida" de los vecinos. De los humanos. Aguas sucias, restos de aceite y petróleo de las lanchas. Aún así. Nos gustaba. Era casi para nosotros. Exceptuando las gaviotas, algún perro suelto (¡maldición!) y de vez en cuando alguna persona. Lo era. Era nuestra.


Disfrutábamos persiguiendo a las pulgas marinas en la orilla. Y huyendo de cada pequeña ola que hacía que la playa disminuyera mientras subía la marea. Cada vez que nos sentíamos en peligro volábamos a toda velocidad con una trayectoria siempre a ras de agua y con rápidos estallidos de aleteos para de repente planear. Ahora si, ahora no. Ahora si, ahora no. Y nos protegíamos sobre cualquiera de los chalanos que había anclados unos metros dentro del agua. Y desde allí, esperábamos que el peligro pasara para volver a corretear sobre la arena. Para volver a perseguir a las pulgas marinas.


Aunque nuestro nombre indicaba que debíamos vivir en cerca de otro tipo de aguas, toda nuestra vida, la vida de mi querida "Titi" y la mía habían transcurrido en la playa vicedana. Allí la vi por primera vez, balanceándose con elegancia en la orilla, allí jugamos juntos cuando éramos juveniles y allí nos enamoramos. Habíamos intentado en varias ocasiones criar a nuestros polluelos pero nunca tuvimos éxito. Pero cada año, lo volvíamos a intentar. Buscábamos un sitio entre las dunas, aunque cada año nos resultaba más difícil ya que iban desapareciendo y allí construíamos nuestro nido.



Todo eso cambió. Cambió el día que no encontré a "Titi". La busqué por toda la playa. Volé varias veces desde el muelle hasta las rocas bajo la antigua fábrica, más allá del varadero y volvía andando. Lo intentaba de nuevo. Miraba hacia delante y hacia atrás. No la vi. Le pregunté a las gaviotas y a los cuervos. También a la familia de charranes. Nadie sabía nada. Estaba desesperado.



Ayer, mientras vagaba triste entre barcas encalladas en la arena, mi amigo "Tizón" el alegre colirrojo vino a buscarme y me lo dijo. Me pidió que le acompañara y me llevó hasta el pequeño parque donde los niños se tiraban por el tobogán junto a la playa. Allí en el suelo estaba "Titi". En su cabeza tenía dos pequeños agujeros producidos por balines y la sangre le había manchado su precioso plumaje. Tizón me dijo que vio unos niños con escopetas y que andaban disparándole a todo y a todos.


Sentí una gran pena y lloré junto a "Titi". Levanté la vista, alcé el vuelo y partí para siempre de allí y allí en aquella playa quedaron mañanas de alegrías, tardes de recuerdos y noches de amor.

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