21 de enero de 2009

Pride of Bilbao / Septiembre 2008


Aquí estamos de nuevo. Siempre pensé que el famoso viaje al que cada año Gorka nos invita era algo que había que hacer una vez en la vida y que ya estaba. Descubrí que no era así. Lo que os relato ocurrió en uno de los trayectos ida/vuelta a Portsmouth del Pride of Bilbao el pasado mes de septiembre. Aunque ya hace tiempo, lo mismo os gusta leerlo. Y no puedo dejar de despedirme sin darle las gracias a Gorka Ocio. Va por tí ¨txabalote¨.








JON


- ¡¡¡Delfines!!!, ¡¡¡delfines!!!….¡¡¡allí!!!, ¡¡¡a las 2!!!…. ¡¡¡Vienen hacía el barco…!!!
- Los veo, los veo….y hacia las 3, un chorro, he visto un chorro. Rorcual común! Fijo!
Y entonces noté que estaba allí detrás. En pleno éxtasis “pajaril” y “ballenil”, apuntando con el telescopio, aquí y allá, me di cuenta que lo tenía junto a mí. Ya casi a mi lado.
Un chaval de unos 10 u 11 años, que se apoyaba en la barandilla. Tras él sus padres. Mirando al horizonte. Mirando a aquellos chalados.
Jon, que así se llamaba aquel muchacho, observaba interesadísimo nuestra locura y nuestro estrés mientras proferíamos gritillos de alegría. Sin dudarlo, le dejé mis prismáticos mientras yo continuaba observando con el telescopio. Los cogió con presteza, deseoso de aprovechar la oportunidad que se le presentaba y ver aquello que nos tenía tan alterados a decenas de personas en la cubierta superior del barco. Pasaron unos cuantos minutos y parecía haberse parado todo. Con todas mis fuerzas, deseaba que pudiera ver esos grupos de delfines que habíamos estado viendo junto al barco. Que volvieran a aparecer los chorros sobre el agua, anunciando la cercanía de alguna ballena, para momentos después verla aparecer..
Tras él, su madre intentaba hacer fotos mientras su padre observaba la escena y el mar, quizás en ese momento todavía incrédulo o desconfiado de lo que hacían aquellos locos en la cubierta del barco. Mirábamos hacia todos los lados. Buscábamos.
Jon, como cortado, hizo ademán de devolverme los binoculares pero yo no acepté. No podía quedarse sin ver aquello. Le insté a que continuara observando, insistiéndole en que yo tenía el telescopio. Pareció convencerle. Unos minutos después….llegó todo….
Delfines por todos los lados, delfines por ambas bordas. Por babor. Por estribor. Directos hacia el barco entrando por proa o surfeando en la popa. Gritos contenidos en algunos casos. Histéricos en otros. Oleadas de delfines yendo y viniendo… Calderones pasando en grupos, ofreciendo verdaderas exhibiciones. Rorcuales por doquier. Chorros, lomos, aletas, más lomos, más chorros…delfines, más delfines…… Miradas entre la gente. Sonrisas….
Y entonces, llegaba otro aviso por los walkie-talkies…..
- 4 rorcuales a las 6!!!!!!!!! 4 rorcuales a las 6!!!!!!
Y empezaban las carreras de un lado al otro, de la barandilla de babor a la de estribor. Montones de personas corriendo de un lado a otro y entre ellas……Jon. ¡Como corría el chaval! ¡Cómo se lo estaba pasando. A veces y sin darme cuenta hasta yo corría tras el y tras las demás personas. Y entonces llegaba a babor y me daba cuenta de que no tenía con qué mirar, únicamente con mis ojos. Los prismáticos los tenía Jon y el telescopio se había quedado amarrado en la otra banda. Pero me daba igual.
Entre oteada y oteada, entre flipe y flipe, entre alucine y alucine, le dedicaba una mirada de vez en cuando a ese chaval y no cabía en su gozo. Porque lo estaba pasando bien, divertido por el juego pero también por el espectáculo que estaba disfrutando. ¡¡¡Qué cara de felicidad!!!. Y su madre…..su madre….gritaba cuando veía un chorro….-“¡¡¡¡allí…..allí….un ..un… un chorro…..un… un...como se llameeeee!!!!!!. Demasiado poco tiempo para aprenderse la palabra rorcual. Emocionada. Incluso el padre de Jon tenía cambiada su expresión inicial. Puede que por ver a los suyos felices. Pero también…por lo que estaba viendo…..
Jon me miraba y su mirada lo decía todo. Su madre me miraba y la suya también lo hacía. Y su padre me sonreía…. Atendían a todas las explicaciones. Saboreaban lo que era un págalo y como robaba a los demás. Miraban y se maravillaban con aquel nombre tan curioso que tenía el vuelvepiedras… Absorbían.
Después de bastante rato llegó la hora de partir y Jon, a regañadientes, me devolvió los prismáticos, dándome las gracias en varias ocasiones. Con esa cara extasiada.
Miramos los paneles y les enseñé lo que habíamos visto. Nos dedicamos una última sonrisa y se fueron. Contándose cosas entre ellos. Hablando sin parar.
Un par de horas más tarde, cuando el sol se perdía por el horizonte, unos momentos después de ver el “rayo verde”, el rayo de San Telmo y cuando todos nos contábamos las vivencias y bromeábamos con esto y aquello, noté que alguien me tocaba en la espalda. Me di la vuelta y vi que era Jon con su padre, que volvía de la cubierta de arriba. Había vuelto a subir para buscarnos y cuando se marchaba, ya casi de noche, me volvió a dar las gracias, me regaló su mirada y una última sonrisa. Y se marchó feliz.
Me quedé pensando y valorando lo que había pasado aquellos días. Lo mucho que había pasado. Todo lo que había disfrutado. Y era mucho. Mucho.
Las aves marinas vistas a placer. El espectáculo de los cetáceos. Inconmensurable. El reencuentro con los viejos amigos de varias aventuras. Los nuevos amigos. Las cenas en el Gorka’s corner. Las conversaciones “filosóficas”…y no tanto….en el pub de Porstmouth. Las pintas de cerveza…
Muchas cosas.
Pues bién, sin dejar de lado ninguna de ellas, me quedo con esa cara y ese subidón de Jon. Creo que ese es el camino. Es lo que necesitamos y lo que necesitan las marinas, los cetáceos... Muchos como Jon y muchos como nosotros, que los ayuden. Porque lo hicimos.
No se si volveré a verte, Jon, pero me alegro de haberlo hecho al menos esta vez. Estoy seguro de que, como nosotros…..Jon, no lo olvidará en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario