30 de diciembre de 2009

2009

Mañana termina el año. Un buen año qué como todos ha tenido muchas cosas buenas y esperemos que como excepción, algunas malas, muy malas.

Aunque me será imposible no recordarlo por esas malas y de ningún modo pasar de largo por la pérdida de Pedro Manuel sin al menos mencionarlo, me quedaré con lo mucho bueno que también ha tenido. Un año con salud para toda la familia y casi todos los amigos. Algo muy importante.

Y me quedaré especialmente con las palabras y las aves. Las aves y las palabras. Aves y palabras.

Las palabras. Este año 2009 nació mi blog, el pasado mes de enero. Casi un añito de vida, contando ésto y aquello. Rebuscando en mi interior, contando cosas que me pasaban, que quería que ocurrieran, fantasías, problemas, alegrías y tristezas. Expresándolo con palabras para dar rienda suelta a mi corazón. Contándomelo a mí mismo y a los que les apetecía leerlo o simplemente tenían curiosidad. Y me he dado cuenta de lo difícil que es, lo que cuesta hacerlo, mantener un espacio sin dar tregua, extrayéndolo de muy dentro de mí. Intentándolo hacer bien. Muy difícil. No se si lo he conseguido pero si, que estoy satisfecho.

Las aves. Gran año de aves. Probablemente el mejor desde que adoro a éstos animales. Muchas tardes en Estaca aprendiendo, gozando, viviendo, sintiendo, confraternizando, hablando, deseándolas, gritando e incluso casi llorando. Es muy complicado explicar algunas cosas. Expresar lo que algunos sentimos al ver ésto o aquello.

Un año lleno de capirotadas, rebosante de raberos. El año en que conocí al Feae. Contar miles de alcatraces y sufrir al no poder contarlos bien. Esas filas interminables de aves migrando hacia el sur. Observaciones varias de colimbos. Profundización (despacito, despacito) en el complicado mundo de las gaviotas. Las aves del invierno, las aves del verano. Las aves.

Los págalos. El año de los págalos. Mi año con los págalos. Esos días de verano llenos de raberos (más de cien una tarde). Los trenes de pomarinos, deleitándonos cerca, muy cerca. Posándose y levantándose. Más y más págalos grandes pasando y pasando. Y más págalos grandes de nuevo. Págalos. Págalos. Págalos.

Os deseo a todos un muy feliz año 2010, en el que espero que tengáis mucha salud (vosotros y los vuestros), muchas alegrías y mucha suerte. Ya sabéis, a vosotros y a los págalos. Siempre págalos.

Gracias por estar ahí.

26 de diciembre de 2009

Me lo preguntaba Marina

Me decía que si yo sabía si las aves tenían Navidad. Si se reunían en familia para cenar. Si también los Reyes Magos les dejaban regalos... Miré a mi pequeña avecilla (bueno, no tan pequeña ya) y me enternecí.

"No hija. No tienen Reyes Magos, ni Navidad. En todo caso su Navidad es tener la suerte de que los humanos no salgan esos días a vaciar el mar de peces. Esa suerte que es no poder enredarse en sus redes y así no morir. No embadurnar sus preciosas plumas con los vertidos de algún sentinazo y de nuevo, no morir".

"¿Y los págalos tampoco?", preguntó. "Esos págalos que tú tanto quieres, de los que escribes siempre que puedes, a los que mencionas siempre".. ¿tampoco ellos?. "Tampoco ellos,mi amor". "¡¡Qué pena!!", continuó. "Voy a escribir a los Reyes Magos. Ellos siempre llegan a todos los sitios. ¿Por qué no van a llegar también donde ellas viven?. "Los Reyes Magos son cosas de humanos, cariño mío". El mejor regalo que puedes hacerles, es cuidar lo que te rodea. Cuidar la naturaleza. Saber que acabando con ella, destrozándolo todo, lo único que conseguiremos sera perder. Nosotros y ellas. Y al final nos quedaremos solos y creo que todavía más al final no quedará nada. Nada. Y eso es lo que hay que evitar. Y contárselo a todo el mundo. Que todas las personas lo sepan y se den cuenta de ello".

Me miró con esos preciosos ojos suyos y se fue a jugar. Creo que me entendió y si no en esta será en la siguiente. Que por ellos o los suyos no habrá problemas. Pero necesitamos ser muchos más.

No puedo imaginar un mundo sin págalos. No lo puedo imaginar sin cualquier ave, cualquier ser vivo, incluidos los humanos. Pero sin págalos......

21 de diciembre de 2009

Las reinas de la playa

Se lo hacen saber a todo el mundo. A las demás gaviotas y a todo el que se acerca por el muelle de Vicedo. A los que pasean por la playa. A los que salen a faenar en sus barcas. Ellas son las reinas y a ver quien lo pone en duda.

Siempre me llamó la atención y yo diría que además se pasa de generación en generación. Que son los hijos de los hijos. Y detrás vendrán los hijos de éstos. Desde que observo las aves con mayor atención y es ya hace unos años, siempre han estado allí. Siempre ha habido una pareja de gaviota patiamarilla dominante en la zona. Y recuerdo verlas en lo alto de la grua para sacar las barcas del agua, gritando esa circunstancia al viento. Gritándoselo a la Ría. Gritando y gritando.



Y es un grito serio. A veces da miedo. Fuerte y como avisador. ¡¡¡Aquí estamos!!. ¡¡Aquí estamos!!.

Levantan el vuelo y hacen que todas las demás gaviotas lo hagan también. Lo hacen cuando se acerca un barco a puerto o simplemente cuando les da la gana. Y hacen que todas lo hagan. Dan varias vueltas sobre el puerto y se posan cerca de la bocana, allí junto al pequeño faro que avisa a los barcos de la cercanía de las rocas.

Y vuelven a la playa y de nuevo llega la calma. Durante un rato. No mucho tiempo. Después, vuelven a sacar pecho, a levantar la cabeza, ante la mirada de los inmaduros, de los juveniles de primer año y de las demás parejas de adultos de patiamarilla, de las reidoras, de las sombrías e incluso de alguno de los gaviones que frecuentan de vez en cuando la playa de Vicedo.



Y vuelven a gritar. A decirle a todo el mundo, a todos los árboles, a todas las olas y al viento del Nordeste, que ellas lo son. Que son las reinas de la playa.

Los págalos no vienen por el puerto de Vicedo. Si lo hicieran, también lo sabrían. También lo aceptarían.......

17 de diciembre de 2009

La trucha y el cormorán

Era un frío día de invierno en la ribera de aquel río. La corriente, que en algunos puntos bajaba a gran velocidad formaba remolinos en los remansos y en los pequeños meandros que se repartían por la arboleda. Había un silencio que lo envolvía todo y únicamente, las ráfagas de viento perturbaban aquella calma que nada bueno podía traer consigo. No era normal.

En el agua no parecía haber la mínima señal de vida. Aquel que durante años y años había sido un espectáculo de vida animal parecía uno de esos embalses construidos por el hombre. Algo artificial.

De vez en cuando se oía el silbido del sedal y "chop" del anzuelo y plomos al entrar en el agua. Al menos tres pescadores se encontraban repartidos en unos cien metros de río. Si no era uno, era el otro..."ffffiiiiiuuuuu....chop" "ffffiiiiiuuuuuu....chop"... Entre ellos no se miraban y cuando lo hacían solía coincidir con la captura de alguna pieza o con la recogida de la linea sin presa. Mal gesto si venía "premio" y sonrisa burlona si no lo había.

Unos metros más allá, tras unos juncos un cormorán temblaba mientras vigilaba sin perder de vista a aquellos tres pescadores. Miraba arriba y abajo sin parar, estudiando cualquier movimiento. En una de esas miradas fijó la vista en el agua y vio a la trucha. Ella tampoco se movía. El cormorán era un enemigo potencial suyo, podía comérsela con una buena inmersión y un rápido movimiento de su cuello. Miraba al cormorán pero no se movía.

Con voz muy bajita, el cormorán le preguntó a la trucha si no tenía miedo de él. El pez le dijo que sí, pero que aún les tenía mucho más miedo a las trampas que suponían aquellos hilillos que parecían comida pero que no lo eran, que suponían muerte. Le contó al ave que todos los de su familia habían caído en aquel engaño. "Y tú, ¿porqué te escondes?" preguntó la trucha. "Tu no deberías tener miedo del anzuelo". "Temo a las escopetas. Ayer cayeron mis dos hermanos mayores. La semana pasada mataron a mi madre y mi padre murió el año pasado". "Soy el único que queda de la familia. Nos disparan porque dicen que os comemos a vosotras y a todos los demás peces. Por alimentarnos. Por vivir".

El pequeño pez, como la negra ave, tenía mucha hambre. Llevaba demasiado tiempo sin comer. Como un acto reflejo, al ver aquella pequeña mosca no muy lejos de ella, se abalanzó como por un impulso irrefrenable y al instante estaba dentro de su boca. Y entonces noto que se clavaba en su interior y se vio morir. El cormorán no pudo reaccionar con la velocidad con que lo había hecho el pez y solo alcanzó a abrir por puro susto e inercia sus negras alas y dijo "No". Eso le costó la vida. Cuando levantó la vista vio como uno de aquellos humanos sacaba a la trucha del agua y al girarse vio aquel negro cañón que le apuntaba. Intentó volar pero solo sintió una gran quemazón y todo se apagó.

La trucha acabo moviéndose y dando saltitos dentro de aquella cesta de mimbre. Pero solo fue por unos instantes. Rápidamente dejó de moverse. Mientras el cormorán flotaba sobre el agua ante la indiferencia de todos. Aquellos dos humanos se miraron y se sonrieron por primera vez. Habían cumplido su objetivo. Habían llevado la muerte a aquel que hacía no mucho tiempo era un remanso de paz.

Menos mal que por allí, no pasan los págalos. O si pasan, lo hacen pocos. Cuando vuelva a Vicedo, cuando hable con ellos al pasar por Estaca, les diré que no lo hagan, que no se acerquen a los ríos, que les puede costar la vida. Que todo vale y que no hay freno para el humano. Y no sabré explicarles porqué.

En éstos momentos, éstos días diferentes Comunidades Autónomas movidas por los colectivos de pescadores y probablemente por el dinero de un modo o de otro, aprueban leyes para eliminar a tiros a los cormoranes de los ríos españoles. En Asturias 40.000 pescadores acusan a 1.000 cormoranes de acabar con los peces, de esquilmarlo todo. Y empiezan a hablar de garzas, de nutrias, de martines pescadores.....Pobres aves. Y cuando, según sus intenciones, hayan acabado con todas, pobres peces. Los pocos que queden, durarán nada y menos.


Cormoranes grandes en la Ría de Vicedo

13 de diciembre de 2009

De nuevo juntos

Hace un par de semanas os contaba, un poco en clave de adivinanza al hablar sobre la novia de la que os hablo hoy, de los problemas que había tenido con mi telescopio y le hacía una oda al mismo, contando lo que le quería y lo que había significado para mí. Quedó "hospitalizado" y yo en espera de noticias.

Cuando estuve en la mili en Melilla (Grupo de Fuerzas Regulares de Infantería Melilla número 2, los famosos Regulares 2) nos decía que allí se habían terminado las novias y que la única que teníamos era el Cetme, el "chopo", el fusil de asalto. Y que nos teníamos que olvidar de todas las demás. Algo así pasa, pero sin órdenes, en el mundo de los pajareros, con el telescopio. Algo más fría que las demás (sea novia o mujer) pero......imprescindible.

Al dejar esa novia de muchos años (sin ser infiel a la otra, a la madre de mis hijos) en la óptica para que me dijeran el resultado del tremendo golpazo que recibió una mañana ventosa en O Barqueiro, quedé prendado, enamorado, rendido ante una nueva aspirante, más joven, mas bella, más fuerte, más preparada para el futuro. Me habían dado pocas esperanzas de recuperación en cuanto a la antigua y me deje llevar a esa pasión. Debo reconocer que prácticamente tenía decidido el cambio, que soñaba con la nueva cada noche, que ya me veía en el observatorio de Estaca oteándolo todo con ella. Muy juntitos. Y besándola, porque yo, de siempre, beso a todas mis novias...

Pero esos días también me dieron tiempo para recordar muchas cosas. Para pensar en los 12 años que llevamos juntos (antes hubo otras dos, una que se quedó Evelio y que a saber donde estará y la segunda aún la tiene Felipe). Como veis nos las pasamos entre hermanos. Recordé los muchos momentos que habíamos estado juntos, que prácticamente toda mi vida como avemarinólogo la habíamos pasado el uno con el otro. Que todas las horas que había estado en Bares, había sido siempre con ella. Que era mucho más que una simple novia. Más que un simple artilugio para hacer que veamos mejor las aves. Ya era parte de mí.

Al final me llamaron de la óptica y terminaron con todas mis dudas. No había razón para la separación. Con unas tiritas por allí y un pequeño tratamiento, podríamos seguir siendo felices al menos una temporada más. Y ambos lo agradecimos. Nos sonreímos. Me dejo mirar a través de ella y yo la miré con amor.

Debo reconocer que no puedo olvidar a la otra y que nos hemos dado algo de tiempo. Que muy posiblemente terminemos juntos. Que fue un flechazo consentido..... Tanto mi viejo telescopio como mi mujer éstán de acuerdo.

Por un momento, y ya con todo decidido, volvieron a acosarme las dudas. Y en ese momento, grandioso momento, recordé mi primer págalo, que por supuesto fue con ella (la novia) o con él (el telescopio). Y también todos los demás. Eso no es poco. Es mucho. Lo es casi todo.

9 de diciembre de 2009

El baile de las pardelas cenicientas

El sol baña toda la Ría de Vicedo. En el centro de ella, la Coelleira brilla como una joya. Sus colores, exagerados por la enorme luminosidad hacen que no pueda dejar de mirarla. Y sobre ella, sobre sus verdes laderas, sobre su base de roca y dejándose llevar por el viento que la mece como si fuera un retoño, reinan las gaviotas. Ellas, lo ocupan todo. Las verdes laderas, la base de roca y ese viento que la acompaña constantemente.

Cuando vi aparecer la primera, al oeste del Mar de las Pardelas, no pude hacer otra cosa que extasiarme con su vuelo. Aquella pardela cenicienta, parecía no querer inmutar nada. No querer molestar al mar, no desear desviar un ápice ninguna de las ráfagas de viento. No llamar la atención de nadie. Sin un ruido.



Con una calma pasmosa, avanzaba sin prisa pero sin pausa. Se dejaba llevar y al mismo tiempo, sin que te dieras cuenta lo dominaba todo. Parecía bailar. Un baile tranquilo. Un baile sosegado. Un baile de amor.

Podías estar largo rato observándola y no veías que aleteara. En ningún momento hacia un movimiento brusco. Detrás de ella, llegaron más. Unas por encima, otras por debajo. Unas cuantas más unos metros detrás. Y todas cumpliendo un mismo ritual. Como un ballet.

Parecía que se marcharían hacia el Este, hacia otro destino. Otro lugar en el que vivir y soñar. En el que criar a sus pequeños. Pero cuando sobrevolaron su mar, el Mar de las Pardelas, se detuvieron. Se posaron en él y allí quedaron tranquilas.
De vez en cuando levantaban el vuelo y daban unas vueltas a su alrededor. Avanzaban unos cientos de metros, hacían un giro perfecto, como trazado por un compás y de nuevo sin un mal gesto sin un movimiento fuera de lugar, regresaban. Y cuando unas llegaban, otras volvían a levantarse. Y volvían a bailar.



Bailaban con las olas del mar, lo hacían con el viento del Noroeste. Danzaban con los delfines que se alimentaban junto a ellas. Y también con las demás aves que pasaban por la entrada de la Ría y con las que vivían en la Coelleira.
Lo miraban todo y parecían sonreír. Diría que eran felices.

Cuando vi a los págalos que llegaban con su vuelo directo desde el Este pensé que lo mismo aprovecharían para atacarlas. Para buscarse la vida como suelen. Como deben. Pero no. Ellos también las miraron y estoy seguro que apreciaron su baile. Que les gustó. Que habrían querido bailar con ellas. Aunque no lo parezca, aunque pensemos que es imposible, creo que lo hacen, que bailan juntos.

Y yo, cuando bajo al observatorio y veo a las pardelas cenicientas….”bailando”…también lo hago.

Fotografías de www.outdoorcentral.com y www.surfbirds.com

5 de diciembre de 2009

Nos vamos a Vicedo

¿Nos vamos a Vicedo?, me preguntó por correo electrónico Ana. ¿Nos vamos en enero como el año pasado?. "No se" respondí. ¿No sabes?, ¿te estoy diciendo que si nos vamos a Vicedo, dentro de un mes y no sabes?.....

Ciertamente era extraño. El mundo al revés. Yo, no he nacido en Vicedo. No. Pero casi. Y en el alma como si lo hubiera hecho. Llegué con 9 meses y muchos, muchos, muchos años después aquí sigo. Soñando con el pueblo. Oyendo el mar desde los árboles del terreno. Observando la otra banda. Tan verde. Está en mi corazón y siempre lo estará.

A Ana sin embargo, valenciana de nacimiento aunque toda su vida vivida en Madrid, exceptuando los veranos levantinos, parecía que nunca le iba a gustar este rincón norteño. Pero poco a poco, poco a poco, y después de un poco más....aprendió a disfrutarlo. Ahora es su respiro. Su pulmón y su "despeja-cabezas".

"Qué raro que no quieras ir. Que raro que dudes. ¿Te pasa algo? insistió.

Me quede un rato pensando y efectivamente era raro. Más que raro, diría yo que rarísimo. Vicedo lo tiene todo o casi todo y especialmente para mí. Los recuerdos de toda una vida, sus paisajes, el rugido del mar. Sus vientos, los árboles, los animales. La comida, si señor, la comida....

Dos días después llamé a Renfe y compré los billetes. Ida el 1 de enero por la noche y vuelta el 6, también en horario nocturno. Pasaremos allí la noche de Reyes.

Todavía no entiendo a cuento de qué dudaba. Ni idea. Pero ya pasó.

No creo que todo se aclarara cuando recordé a los págalos, porque a ellos los tengo siempre en mi cabeza. Siempre están conmigo. Pero de repente, vi uno viniendo y diría que me saludaba.....

1 de diciembre de 2009

En barco a ver marinas

Nunca podré olvidar la primera vez que salí en un barco expresamente a ver aves marinas. Fue el 21 de agosto de 2004. Para variar, Toño me contó que iba a salir un barco desde el puerto de Vicedo, que se llamaba "Garoa". Las plazas estaban completas, pero nos animó a que nos acercasemos por allí a la hora de la partida, tanto a mí como a Rubén Moreno-Opo (hola Rubén, hace mucho que no nos vemos, pero ahí queda el saludo y el abrazo). Nos montamos a pesar del lleno y allá que nos fuimos en aquel peligro andante que era éste barco de fondo plano saliendo 20 millas mar adentro en Estaca de Bares.

Pero nunca podré olvidar aquel viaje porque fue encontrarme de cerca, a simple vista y sin necesitar óptica (aunque llevábamos prismáticos) con las aves marinas. Y fue una pasada verlas ahí, a escasos metros de nosotros. Pasando de un lado a otro por encima de nuestras cabezas. Vimos especies nuevas (en mi caso aquella mañana "bimbé" gaviota de sabine y fulmar boreal....casi nada...) Una maravilla. Recuerdo la sensación al volver a casa de sentir como un gran vacío. Pensar que ya nada sería lo mismo. Que ya de nada servía volver a la Estaca e intentar disfrutar con ellas desde allí. Gran error. Hace tiempo que ya me he dado cuenta. Nada tiene que ver. Son cosas totalmente diferentes. Aún así, no podré olvidarlo. ¡¡¡Vaya subidón!!!



Uno o dos años después repetí la experiencia con el "Garoa", esta vez ya saliendo desde Viveiro y de nuevo fue una experiencia muy gratificante. Ver las pardelas capirotadas, las cenicientas, baleares, pichonetas, a tu lado. Paíños, gaviotas diferentes. Todos los págalos. ¡¡Ay madre!! ¡¡los págalos!!. Cuando vi los págalos tan cerca de mí, creo que ese amor que les tengo se convirtió en algo para siempre.

Años más tarde, gracias al Concello de Cariño y a gente como José Miguel Alonso Pumar, víó la luz el "Aula do mar", un pesquero reconvertido para uso y disfrute de mucha gente. Para enseñar las costas de Cariño, el cabo Ortegal y los preciosos acantilados camino de San Andrés de Teixido ("vai de morto quen non foi de vivo")a multitud de turistas o curiosos. Enseñarles estas costas, este rudo mar y sus artes. También sus artes. Pero además de eso, sirvió para que ese grupo de locos pajareros (cada vez más amplio) pudiera continuar con sus andanzas y seguir gozando con la emoción de intentar adivinar qué podrás encontrar. Si podrás ver ésto o aquello. Y venimos de todas partes. Montones de gente que se hace cientos de kilométros desde todos los puntos de la geografía española e incluso miles cuando hablamos de holándeses, británicos, franceses.... Y vienen, ya lo creo que vienen. Y cada vez lo harán más. Gracias Cariño y gracias José Miguel.



También están los mareos, sí. La gente "potando" (incluso varios a la vez) y manteniendo esa lucha interna por no caer. Hasta ahora he sido afortunado, pero cruzo los dedos. Tan mal como he visto a la gente ahí, la he visto en pocos sitios. Todo por ver las marinas. Lo que sea.

Antes decía que al volver de la primera salida y después de haber visto a los bichos desde tan cerca, ya parecía que las tardes en Estaca viendo las aves tan lejos ya no servirían de nada. Aprendí que no es así. Qué es totalmente diferente. Qué no tiene nada que ver y que todo vale y nada puede superar a nada. Nada a nada. Todo a todo.

Es difícil para mí explicar lo que he sentido en esas salidas. Pero al mismo tiempo, es decir que por eso las quiero tanto. Que por eso respeto así al mar (y siempre lo he hecho, que conste). Es difícil.

Nunca olvidaré aquel pomarino pasando por encima de nosotros. Con aquel cucharón. Amor a primera vista. Amor para siempre. Amor.....de págalo.